Decíamos ayer…
Rebuscando en la memoria y los archivos, preparando la Tertulia del pasado 2 de Noviembre en ‘No es un día cualquiera’ que versó sobre ‘¿Dónde están los culpables de la crisis?’, recuperé este ‘viejo’ artículo publicado en el diario económico ‘Expansión’ el 15 de Diciembre de 2001.
La actualidad del mismo creo que está fuera de toda duda… ya en 1993, ¡hace 15 años!, había quienes preveían lo que ha sucedido hace unos meses, entre ellos insignes premios Nobel… algunos lo recordabamos hace 7 años… y ahora parece que la crisis ha ‘salido de la nada’ y era ‘imprevisible’…
Aunque lo peor puede que no sea eso: sino que quienes nos han traído hasta aquí pretenden ser los mismos a los que la Historia reconozca como los salvadores del sistema financiero que han colaborado en colapsar… Cosas vieres…
Además del texto del citado artículo, hemos recuperado la grabación de la citada Tertulia en la que participé junto a Jose Antonio Segurado y Andrés Aberasturi, con la moderación de Pepa Fernández. Al final de la misma cito un ‘Manifiesto’ firmado por diversos intelectuales con motivo de la reunión prevista para el día 15 a cuyo texto se puede acceder pinchando aquí.
15 de Diciembre de 2001]
En función de la información diaria, semanal, mensual y anual, que seguimos los adictos a los temas económicos y financieros, podríamos llegar a la conclusión de que la crisis que estamos viviendo es tan fuerte y particular que es natural que empiece a angustiar a todos los habitantes de nuestro planeta, sean especialistas o no del tema. Además, al parecer, esta crisis no tiene nada en común con otras que hemos podido vivir con anterioridad. ¿Es esto cierto?. Muchos expertos coinciden en el hecho de que las dificultades que estamos atravesando no deben considerarse simplemente como coyunturales, porque no se trata de una crisis más dentro de los ciclos del sistema, sino de la crisis del sistema. Simplificando, dicen que durante esta última década hemos pasado de una economía basada en el beneficio a una economía basada en la rentabilidad, es decir que la economía ha estado subordinada a la finanza. Las pruebas son contundentes y se basan en el hecho de que el consumo ha progresado mucho más rápidamente que los ingresos de los que disponíamos, y que ello ha sido posible gracias al excesivo endeudamiento. Todo el mundo se ha endeudado, los ciudadanos para consumir, los empresarios para invertir y para especular, y los estados para financiar sus déficits. El alza de los tipos de interés no ha tenido ningún efecto de regulación, puesto que el alza del valor de los activos, muebles e inmuebles, ha sido muy superior y justificaba que recurriésemos a los préstamos, aunque fuesen más caros, mientras tuviésemos la esperanza de realizar jugosas plusvalías. La burbuja financiera se hinchaba sin parar, absorbiendo tanto dinero que la masa monetaria podía también hincharse sin que la inflación apareciese claramente al nivel de los mercados de bienes y servicios. La mayoría de las estructuras económicas y sociales fueron precisamente construidas durante estos tiempos, especialmente en Europa, para gestionar la inflación y sacar el mejor partido de este contexto. La inflación realizaba la transferencia de la riqueza en beneficio del inversor, es decir en realidad del que estaba pidiendo préstamos, y penalizaba al ahorrador, cuyos préstamos se devolvían con moneda devaluada. Con la apertura de las fronteras, las políticas liberales de libre comercio y las dereglamentaciones, aspectos en general positivos para una buena marcha de la economía, se pretendía gestionar la inflación, pero los desequilibrios volvieron a aparecer, como es natural en las economías vivas, donde las técnicas, las necesidades y los comportamientos cambian sin cesar. Lo que también ha ocurrido es que se ha vuelto a aplicar la regla de que lo que no se puede saldar con los precios se salda con las cantidades, y si la inflación no reduce la masa salarial se utiliza el paro, haciendo finalmente que el empleo se convierta en la variable principal del ajuste económico. Los países desarrollados son hoy lo suficientemente ricos para poder hacer frente a tasas de paro imposibles de gestionar en épocas pasadas, pero lo que no se había previsto con profundidad es que el paro implicase fuertes problemas sociales, psicológicos y finalmente políticos, originando o incentivando la ociosidad , la droga, el racismo, el suicidio y el sida, que como todos sabemos representan bombas que pueden hacer explotar barrios, ciudades, y quizá algún día un país y una sociedad entera.
Es necesario aplicar rápidamente varias medidas, rehabilitando el beneficio con respecto a la rentabilidad, dando más ventajas fiscales al ahorro a largo plazo que al ahorro a corto plazo, estimulando las inversiones, lo que actuará positivamente sobre la oferta y la demanda, creando con decisión fondos de pensiones que refuercen los fondos propios de las empresas, mejorando la oferta de servicios de salud, de seguridad, de ocio, de formación…etc, lo que generará empleo, redefiniendo el papel del estado, y sobre todo organizando verdaderamente la vida económica al nivel donde hoy tiene lugar, que ya no es el nacional sino el inter-regional y el mundial. Finalmente se deberían bajar los tipos de interés, aspecto que se puede conseguir más fácilmente con la existencia de una moneda única en Europa… Respetado lector, esta última frase quizá le haya puesto sobre la pista, porque lo anteriormente escrito no es más que un compendio de análisis y de declaraciones realizadas por diez ilustres economistas en 1.993. ¿Hace ocho años?. Sí, hace ocho años, y dichos economistas eran, nada más y nada menos que James Tobin de la Universidad de Yale (premio Nobel de Economía en 1981), Robert Solow del MIT (premio Nobel de Economía en 1987), Kurt Richebächer de Francfort, Edmond Malinvaud del Colegio de Francia, Wassily Leontief de la Universidad de Nueva York (premio Nobel de Economía en 1973), Lawrence Klein de la Universidad de Pensilvania (premio Nobel de Economía en 1980), Milton Friedman de la Institución Hoover de Standford (premio Nobel de Economía en 1976), Daniel Cohen, Olivier Blanchard del MIT, y Kenneth Arrow de la Universidad de Standford (premio Nobel de Economía en 1972). No me parece necesario añadir más. Sólo nos queda constatar que los ciclos económicos dan lugar a situaciones muy similares, a diagnósticos que en muchos de sus aspectos parecen gemelos a pesar de su distanciamiento en el tiempo y a las recomendaciones que, aparentemente en su mayoría, se repiten, aunque todos seamos conscientes de que las épocas y sus contextos son diferentes. ¿No parece esto curioso?. Puede ser que lo sea, pero esa es la realidad hasta hoy, mañana ya veremos. Como decíamos ayer…
Simplemente recordarles que lo que han leído son reflexiones realizadas en el año 1993 por ilustres economistas y que recopilé en un artículo publicado a finales del año 2001. He dudado en publicarlo en esta Bitácora pues algunas personas achacarán este artículo a mi ‘Bola de Cristal’, tan afamada como inexistente, pero simplemente se debe al ‘sentido común’ de esos insignes economistas cuyo textos y opiniones refundí para el mismo.
Como bien dice Alfredo Cuervo en su poema:
HOLA MI NOMBRE ES ASTRID LLEVO NUEVE MESES CON UNA HIPOTECA EN FRANCO SUIZOS CREE Q TAL Y COMO HA CAIDO ESTA SEMANA EL VALOR DE ESTA DIVISA FRENTE AL EURO DEBERIA CAMBIAR AL EURO?.¿CUALES SON SUS PRONÓSTICOS EN TORNO A ESTA DIVISA?.GRACIAS.
HOLA MI NOMBRE ES ASTRID LLEVO NUEVE MESES CON UNA HIPOTECA EN FRANCO SUIZOS CREE Q TAL Y COMO HA CAIDO ESTA SEMANA EL VALOR DE ESTA DIVISA FRENTE AL EURO DEBERIA CAMBIAR AL EURO?.¿CUALES SON SUS PRONÓSTICOS EN TORNO A ESTA DIVISA?.GRACIAS.
Paco, muchas gracias a tí y tus colaboradores por dedicarle un tiempo a este nuevo espacio de comunicación e interacción, por el gran trabajo divulgativo que realizas en relación con la «cultura financiera» y, sobre todo, por la sobresaliente sensatez con la que lo haces.
Paco, muchas gracias a tí y tus colaboradores por dedicarle un tiempo a este nuevo espacio de comunicación e interacción, por el gran trabajo divulgativo que realizas en relación con la «cultura financiera» y, sobre todo, por la sobresaliente sensatez con la que lo haces.